El azar
Llevo muchos días sin escribir, cada día me cuesta más elaborar unas letras y que no tengan ninguna relación con lo que nos están continuamente bombardeando: elecciones americanas, autoridad palestina, Yaser Arafat, y un montón de noticias más que inundan los periódicos y los telediarios. He querido, desde el principio de este blog, apartarme del boom mediático. Sólo he hecho dos excepciones con el suicidio de Jokin y con lo de La Naval. Me tocaba muy de cerca y quería expresar mis sentimientos.
En estos días que no he escrito, sin embargo he reflexionado sobre la normalidad de nuestras vidas a pesar de todas las terribles noticias que nos estremecen, se me ha acercado una vieja idea: el azar. Nuestra vida está llena de azares y casualidades que han dispuesto el camino sobre el que vamos avanzando. Y sin casi darnos cuenta nos hemos enamorado, o hemos comprado una vivienda, o recordamos las palabras que cruzamos con el señor del kiosko de periódicos. El sábado estuve a punto de atropellar a un niño pequeño, la casualidad y los reflejos hicieron que frenase mi coche y el niño siguiese corriendo, con el semáforo en rojo para peatones, en dirección a sus padres que estaban al otro lado. En un momento se montó un drama por lo que veían los padres avanzando su hijo por una carretera llena de coches que pasaban sin percatarnos de qué ocurría. No ocurrió nada sólo un gran susto y el azar. Otros quizás lo llamen el destino. Esto me parece algo más estático, y el azar puede ser más moldeable por nosotros, además de conservar un halo misterioso. Tengo que decir que circulábamos por la orilla opuesta al museo Guggenheim, que en estos días tiene un espectáculo de luces con unos cubos gigantes, en el exterior del edificio. Nuestra atención estaba en la otra orilla de la ría del Nervión y los gritos de la familia nos acercaron a la realidad de la vida, un despiste que pudo ser imperdonable.
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